jueves, 24 de marzo de 2011

La vergüenza de olvidar.


Aquí empieza nuestra andadura. En esta primera publicación intentaré mostrar lo que para mí es un hecho escandaloso, grotesco y sobre todo que debe hacernos sentir vergüenza. Me refiero a cómo en este país, después de 36 años de “democracia”, permitimos que nuestras instituciones públicas continúen desoyendo las demandas de los familiares de las víctimas del franquismo y de todos aquellos que pedimos justicia. En el 2011 seguimos siendo cómplices de asesinatos, desapariciones forzosas y de toda una larga lista de los peores crímenes de que son capaces los seres humanos. En este sentido no somos capaces de hablar con claridad de lo que pasó, de enseñar en las escuelas la verdad porque simplemente no ha interesado a muchos investigar.

Así las más elementales obviedades se olvidan: Que en 1936 hubo un golpe de Estado, que el golpe fracasó, que eso dio lugar a una guerra de unos militares contra el poder legalmente establecido, que a los vencidos se les juzgaba por “rebelión” (qué cinismo) o que en las retaguardias del bando franquista hubo más muertes que en los frentes de batalla. En La Rioja, por ejemplo, donde no hubo frente de guerra, nada menos que dos mil asesinados (el 5% de los varones mayores de edad).

Antes yo mismo hablaba de “democracia”, intentando mostrar mi escaso convencimiento de que actualmente vivamos en un sistema plenamente democrático. La razón principal que me lleva a esta situación de incertidumbre es que, nuestro Jefe de Estado, máximo representante del Estado español, no ha sido elegido por la mayoría de los que a día de hoy somos mayores de edad. No obstante, pongo este ejemplo porque Juan Carlos de Borbón, educado por y para el franquismo es este representante. Para mí este es un indicio más de que el franquismo sigue muy vivo, junto con la voluntad  de nuestros gobiernos de olvidar que en las cunetas de este país, y cubiertos por la tierra bendita por los obispos, esperan miles y miles de víctimas a que se esclarezca su trágico final.

Eder.

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